El verdadero Evangelio son las buenas noticias de que Dios salva a los pecadores. El hombre es pecador por naturaleza y está separado de Dios sin esperanza alguna de
remediar tal situación. Pero Dios ha provisto los medios para la redención del hombre; en la muerte, sepultura y resurrección del Salvador, Jesucristo.
La palabra “evangelio” significa literalmente “buenas nuevas.” Pero para comprender verdaderamente que tan buenas son estas noticias, debemos entender primeramente las malas noticias. Como resultado
de la caída del hombre en el Jardín del Edén (Génesis 3:6), cada parte del hombre – su mente, voluntad, emociones
y carne – han sido contaminadas por el pecado. Por la naturaleza pecadora del hombre, él no busca ni puede buscar a Dios. Él no tiene el deseo de venir a Dios y, de hecho, su mente mantiene una
hostilidad hacia Dios (Romanos 8:7). Dios ha declarado que el pecado del hombre lo condena a una eternidad en el
infierno, separado de Él. Es en el infierno donde el hombre paga el castigo por pecar contra un Dios santo y justo. Ciertamente estas serían malas noticias, si no existiera un remedio.
Pero en el Evangelio, Dios, en Su misericordia, ha provisto ese remedio, un sustituto para nosotros – Jesucristo – quien vino a pagar el castigo por nuestro pecado, mediante Su sacrificio en la cruz.
Esta es la esencia del Evangelio que Pablo predicaba a los corintios. En 1 Corintios 15:2-4, él explica los
tres elementos del Evangelio – la muerte, sepultura, y resurrección de Cristo a nuestro favor. Nuestra vieja naturaleza murió con Cristo en la cruz y fue sepultada con Él. Entonces nosotros fuimos
resucitados con Él a una nueva vida (Romanos 6:4-8). Pablo nos dice que nos “sujetemos firmemente” a este verdadero
Evangelio, el único que salva. Creer en cualquier otro evangelio es creer en vano. En Romanos 1:16-17, Pablo
también declara que el verdadero Evangelio “Es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree,” con lo cual él nos dice que la salvación no se logra mediante el esfuerzo del hombre, sino por la
gracia de Dios a través del don de la fe (Efesios 2:8-9).
Mediante el Evangelio, a través del poder de Dios, aquellos que creen en Cristo (Romanos 10:9) no solo son salvados
del infierno. De hecho, nos es dada toda una nueva naturaleza (2 Corintios 5:17) con un corazón cambiado y un
nuevo deseo, voluntad, y actitud que son manifestados en buenas obras. Este es el fruto que el Espíritu Santo produce en nosotros por Su poder. Las obras nunca son los medios para la salvación, pero
sí son la prueba de ella (Efesios 2:10). Aquellos que son salvados por el poder de Dios, siempre mostrarán la
evidencia de la salvación por medio de una vida transformada.